
Ayer casi todo el mundo estaba pendiente del derby entre Barcelona y Real Madrid. Escuché de muchos de mis amigos y conocidos, compañeros de trabajo y de facultad, que se sentarían a ver el partido porque prometía ser un partidazo y así poder sanar un poco la anemia futbolística que traemos desde nuestro torneo local. Y ya desde el vamos los de Guardiola demostraron estar dos escalones por encima del resto. Fue una verdadera orquesta, una verdadera máquina que sabe a lo que juega, que nunca lo traiciona, en la que cada jugador es un engranaje que funciona a la perfección. En el Barça parece no haber quien juegue mal, entre uno del banco y juega mejor que el titular. Desde la solidez de Puyol, la prestancia e inteligencia de Xavi e Iniesta hasta las genialidades de Messi, este Barcelona se erige como el mejor equipo del planeta y de los primeros 10 años del siglo XXI.
En estos tiempos en los que se estudia todo, en los que todos saben como juega cada uno y piensa en como neutralizarlo, nadie parece poder contrarestar el poderío Culé. Basado en el toque y la tenencia de la pelota, apoyado en la habilidad de sus jugadores y en la rotación permanente, uno lo ve jugar y se le llenan los ojos. Porque ve como se trata bien al balón, nunca lo rifan ni patean a cualquier lado, le dan un destino concreto y sencillo: el pie de un compañero. Todo el tiempo están moviendosé, buscando el espacio y generándolo, haciendo que siempre haya un receptor libre. Muchos reclamamos que la diferencia entre Barcelona y Real Madrid con respecto del resto de los equipos de la liga es abismal y lo único a lo que pueden aspirar estos es a llegar a puestos de Champions League. Pero este partido era EL partido. Y del otro lado llegaba un Merengue que venía invicto con Mourinho y que cada día iba mejorando su juego. Pero, si bien los catalanes empezaron con todo, se vio a un Madrid tímido, abatido, como resignado desde el vamos. Salió a esperar y con los jugadores que tiene fue un pecado. Jamás tuvo el control del partido y ni siquiera demostró ánimos de querer remontar el resultado. Ronaldo estuvo ausente, al igual que todo su equipo mientras del otro lado se daba un concierto de toques, caños y gambetas digno de admirar. Y los goles seguían llegando junto con más toques y precisión e inteligencia. Messi la rompió pero Xavi fue el mejor manejando todo en la mitad de la cancha. La Pulga asistió a Villa en dos oportunidades, demostrando que día a día va incorporando cosas a su juego. Esperemos que siga así y lo muestre con la celeste y blanca.
En fin, este Barcelona parece ser el equipo perfecto. Deja esa sensación de que para perder tiene que jugar muy mal y asi y todo el rival debe jugar muy bien. Hoy por hoy los hinchas del buen fútbol al que aspiramos todos somos hinchas del Barça. Porque plasma lo que queremos ver en nuestras canchas, en nuestra tierra, porque demuestra que no es imposible jugar bien, que con trabajo y tiempo se puede lograr.
Del otro lado, Mourinho defraudó pero no está perdido ni nada. Como siempre el portugués hizo gala de su ácida personalidad y dijo "la última vez que me fui de aquí, me fui perdiendo y después gané la champios mientras ellos la miraban por tv". La última palabra la quiere tener siempre el pero en este caso no. Porque por más declaraciones que quiera realizar nada borrará el resultado ni el juego de su rival y menos el de su equipo. No dudo de las capacidades de Mourinho, todo lo contrario. Pero me sorprende y mucho escuchar hoy a esos exitistas (periodistas, amigos, jugadores, entrenadores) decir que lo del Barcelona es espectacular y lo de Mou lamentable. El lleva la bandera del exitismo en sus espaldas. Ha ganado todo pero el buen fútbol ayer le ganó a el, a su especulación y a su soberbia. Por eso hoy es la bandera del buen fútbol la que flamea alta y orgullosa. Me queda la espina de que esto pase en Europa y no en mi país, en donde el nivel es cada vez peor. Ojalá que en vez de hacer como siempre y buscar espejarnos en malos ejemplos, tomemos lo bueno y mejoremos de una vez.
Abrazo!